lunes, 23 de julio de 2012

de imposiciones

Este fin de semana ha sido el Etnosur. He vuelto a no ir.
Es el segundo año que no lo hago desde que estuve con Odi.
Es la última fiesta que nos pegamos juntos y solo de pensar en estar allí me pongo mala. Igual me pasa cuando voy a Granada, hay sitios en los que no he vuelto a entrar, y por los que tengo que pasar por cojones, como la estación, el Cebollas, las escalerillas, nuestras antiguas direcciones... es una sensación aplastante, una sombra que me nubla de golpe... Pero tampoco veo normal ni sano tenerle asco y miedo a una ciudad que tanto he querido. No puedo ponerme a llorar en cada esquina ni en cada recuerdo, poque son demasidos... y porque nadie gana por eso, me sienta como me sienta de mal él no va a volver... pero yo sigo mirando, sigo mirando todo el rato a mi alrededor buscando su altura, por si aparece su cabeza a lo lejos y luego él, con los ojillos brillosos por los porros y la cerveza, como pasaba siempre... y ¡cabrón, que estabas de parranda!, aquí no ha pasao ná... Qué puta locura, la mente puede ser muy cruel. Cada vez que vuelva a ir la gente me seguirá preguntando: ¿Buscas a alguien?, ¿A quién esperas?... y cosas así, porque yo seguiré buscándole inconscientemente, para luego darme cuenta de lo que hago y sentirme como una imbécil...
Pero en lo que más pienso ahora es en el tatuaje, en nuestro tatuaje, porque yo lo voy a llevar en mi piel, pero es para él, es por él. Y tiene que ser precioso, perfecto. Y tiene que doler.

"La muerte se lleva todo lo que no fue,
pero nosotros nos quedamos con lo que tuvimos"

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