No quiero convertirme en una persona amargada, en un pez muerto que se lleve la corriente, no quiero vivir la vida que los demás dicen que hay que vivir si no es lo que yo busco,
que tengo claro que no lo es.
No soy ni más ni menos guay por esto, pero me siento diferente, en una minoría aplastante por mi forma de pensar y ver la vida,
no me adapto a lo que hay, al tipo de vida que nos quieren montar,
a la mierda que nos quieren hacer tragar, no me siento parte de la sociedad, es más, ni siquiera quiero ser parte de ella, no me gusta este tinglao, y entonces es cuando pienso ¿y ahora qué pasa?, ¿eso en qué me convierte?, ¿y qué opciones me deja?, porque veo pocas salidas viables, y me agobio, me ansio.
Y mientras vivo (o más bien mientras intento aprender a vivir)
ahí están los miedos, miedos a mil cosas, a la propia vida casi se podría decir, que me aturden y me bloquean, modifican mi conducta a traición, me hacen perder el control, me complican.
Y muchas veces sigo sintiéndome sola, perdida a la deriva y sola.
Cuando eres pequeñita todo son cuentos, fábulas e historias preciosas, nadie te dice que esta mierda a la que llaman vida es realmente la vida, te sueltan en el mundo con la cabeza llena de pájaros y ea, a volar, date contra un canto en los dientes y apáñatelas como puedas bonita.
Y yo que más que volar siento que me arrastro...
Había por ahí quien decía que lo más difícil en la vida es vivir,
y desde luego que razón tenía el jodío.