viernes, 12 de noviembre de 2010

orgullo

Ha llegado un punto en que me da coraje llorar, pero por orgullo.
¿Por qué coño voy yo a tener que derramar ni una lágrima por él?
Ya lleva mares, y no se merecía ni una. Ni una sola de ellas.
A veces hay cosas que sabes, pero que en realidad preguntas.
No quieres oírlas, pero necesitas hacerlo.
Y casi que te arrepientes cuando lo haces, pero ya lo has hecho.
Se me acumulan las frases que nunca querría haberle oído,
y se me graban como a fuego, haciendo mella, deshaciéndome.
Hay gente tan gilipollas que no sabe valorar lo que tiene,
cuando resulta que lo que tienen es inmenso.
Cada uno es responsable de cuidar lo que quiere,
y cuando no cuidas algo es porque no lo quieres o porque directamente te importa tres cojones.
Ahora la que tiene que dejar de ser gilipollas,
pero por otros motivos, soy yo.
Y yo no voy a donde no me quieren.

No hay comentarios:

Publicar un comentario