pero nunca sonaba, o al menos nunca oía la voz que realmente deseaba escuchar al descolgar.
Nada iba bien, y ella lo sabía, solo necesitaba un poco de interés, escuchar unas palabras de ánimo o cariñosas, y todo mejoraría. Pero nada más lejos de la realidad, solo le llegaba su silencio.
Silencio que, aun sin él saberlo, los condenaba. A los dos.
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